Declaración de Principios sobre la Tolerancia

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La tolerancia. Los seres humanos se deben respetar mutuamente, en toda su diversidad de creencias, culturas e idiomas. No se deben temer ni reprimirlas diferencias dentro de las sociedades ni entre éstas; antes bien, deben apreciarse como preciados bienes de la humanidad. Se debe promover activamente una cultura de paz y diálogo entre todas las civilizaciones.

(Declaración del Milenio de la ONU, Septiembre de 2000, párrafo 6)

 ¿Sabías que existen más de 2000 lenguas oficiales en el mundo y alrededor de 4000 lenguas indígenas? Al caminar en las abarrotadas calles de Nueva York escucho a mucha gente  -¿viven aquí o están como turistas?- hablando en idiomas que están más allá de mi comprensión. Y cada vez que escucho la melodía de una lengua extraña, sonrío y mi corazón salta; el no ser capaz de entender es una manera de recordar que el mundo es mucho más amplio que mi perspectiva, a veces estrecha y unilateral.

 Vivir en Nueva York me hace valorar lo importante que es no solo saber una lengua extranjera, sino saber movernos en esa Torre de Babel. ¿Qué ingredientes se necesitan para convivir pacíficamente en medio de tal diversidad lingüística, cultural, étnica y religiosa, de manera que en nuestra aldea global podamos respetar las diferencias y reconocer la dignidad de cada persona? Aprender y practicar la tolerancia parece ser un elemento fundamental de la respuesta.  

 La Declaración de Principios sobre la Tolerancia fue adoptada en París en 1995 por los Estados Miembros de la UNESCO – la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un año más tarde, la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a todos los Estados miembros de la ONU a utilizar la declaración de principios a nivel nacional. La Declaración de Principios describe así la tolerancia:

 1.1 La tolerancia es el respeto, la aceptación y el aprecio de la riqueza infinita de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la apertura de ideas, la comunicación y la libertad de conciencia. La tolerancia es la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino una obligación política. La tolerancia es la virtud que hace posible la paz y que contribuye a la sustitución de la cultura de guerra por la cultura de paz.

 1.2 La tolerancia no es concesión, condescendencia ni indulgencia. Ante todo, la tolerancia es el reconocimiento de los derechos humanos universales y de las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados.

 1.3 La tolerancia es la responsabilidad que sustenta los derechos humanos, el pluralismo, la democracia y el estado de derecho. En torno a ella se articulan las normas afirmadas por el conjunto de los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.

 1.4 Practicar la tolerancia no significa renunciar a las convicciones personales ni atemperarlas. Significa que toda persona es libre de adherir a sus convicciones individuales y aceptar que los demás adhieran a las suyas propias. Significa aceptar el hecho de que los seres humanos, naturalmente caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situación, su forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en paz y a ser como son.

 Como educadoras para la transformación, tenemos una llamada a enseñar y practicar la tolerancia en nuestra propia vida. ¿Qué paso podemos dar, cada una de nosotras, el 16 de noviembre para hacer más visible este compromiso?

Cecile Meijer, rscj, Oficina ONG
Octubre de 2011