La vida de una mujer desplazada, encontrar la fuerza para seguir adelante

Foto por Paola Paoli, rscj
Foto por Paola Paoli, rscj

Alimentadas por la competencia por las riquezas minerales, la guerra, la violencia y la inestabilidad han estado devastando la República Democrática del Congo durante casi dos décadas. Con el hundimiento de la economía y de las infraestructuras, la impunidad reina por todas partes. La violencia sexual y de todo tipo contra las mujeres, en particular las desplazadas, es habitual. Mapendo es sólo una de sus víctimas y esta es su historia.

Mapendo (que significa amor) procede de un pequeño pueblo en la provincia de Kivu del Norte, en el este del Congo. Tras haber huido de la violencia de los rebeldes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), ahora vive en el campamento de Mweso. Esta es también la historia de Sifa, Vumila, Maniriho, Dusabe. Los nombres de las mujeres cambian, al igual que los de sus pueblos y sus agresores; sin embargo, su sufrimiento no, ni tampoco su deseo de volver a empezar cada día, su fuerza para sobrevivir, y, especialmente, su anhelo de dar un futuro mejor a sus hijos.

Era 2009, cuando Mapendo y su familia huyeron, se ocultaron durante varias noches en busca de seguridad en la selva tropical. Las tropas rebeldes de las FDLR habían llegado a su aldea y a otros pueblos de los alrededores. Comenzaron a saquear las propiedades, a matar a los hombres y a violar a las mujeres. Muchas familias ya se habían refugiado en los campamentos para desplazados internos en Kivu del Norte.

Confiando en que la paz volvería en unos pocos días, Mapendo y su marido no fueron muy lejos. Pero un día los encontraron. Mapendo fue violada en repetidas ocasiones y su marido asesinado delante de sus tres hijos. Ella tenía 27 años en ese momento. Al día siguiente, Mapendo dejó su pueblo para ir al campamento de Mweso. La vida no es fácil en los campamentos, especialmente para una mujer sola.

Las casas - hechas de barro y paja - ciertamente no son cómodas. De hecho, la techumbre gotea a menos que esté cubierta por láminas de plástico. Los que tienen suerte cuentan con una estera en la que toda la familia puede dormir, y a veces hasta una manta para protegerlos del frío y la humedad de la noche. Las familias tienen pocos utensilios para el hogar: una sola bandeja de la que todos comen, un contenedor de agua, y un cubo para lavarse. Pocos son los que tienen algo más.

Lo más importante que Mapendo tuvo que aprender cuando llegó al campamento era cómo encontrar comida. Era fácil en su pueblo, donde tenía tierras para cultivar. La tierra en Kivu del Norte es muy fértil. Se puede cosechar cuatro veces al año. Uno podría vivir bien, sólo bastaría que hubiera paz.

La vida es mucho más difícil en los campamentos de desplazados. No hay tierra para cultivar y, por lo tanto, no hay qué comer. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU distribuye comida, pero nunca es suficiente. A cambio de un par de patatas, algo de maíz, o un puñado de alubias, Mapendo se ve obliga a comenzar el día pidiendo a los lugareños que le permitan trabajar en sus campos. Ella recorre ... varios kilómetros, a pie, por supuesto, con su hijo menor amarrado a la espalda y los otros dos caminando a su lado. No hay dinero para enviarlos a la escuela. Después de trabajar todo el día, tiene que ir aún más lejos para conseguir leña, y por supuesto, regresar a casa antes de que oscurezca. De camino a casa, tiene que acarrear la leña en su espalda y llevar a su hijo en brazos.

Cuando tiene suerte, puede conseguir suficiente comida y leña para dos días, lo que le permite tomarse un muy necesario descanso al día siguiente. Pero también hay días en que consigue muy poca comida por su trabajo. También hay días en que ella apenas encuentra leña o en que se tropieza con hombres de alguno de los grupos rebeldes armados.

Casi todas las mujeres desplazadas han sido víctimas de violencia sexual en algún momento de sus vidas. La mayoría lo han sido varias veces, y muchas la consideran un mal necesario, casi normal, especialmente para las mujeres solteras. En busca de protección, algunas mujeres desplazadas, que han sido violadas en los campamentos de desplazados, se convierten en la compañera de un hombre que ya tiene otra mujer.

Y el día siguiente comenzará buscando a alguien que le puede dar un trabajo.

Paola Paoli, rscj
Provincia de Italia
febrero de 2015



Nota de la oficina ONG:
Este artículo se publicó en la página web del Servicio Jesuita de Refugiados - es.jrs.net - en marzo de 2014. Esta versión ha sido ligeramente modificada y reposteada con su permiso.