Reflexiones sobre la migración desde una perspectiva histórica

Foto por Alette Latorre, rscj

La migración forma parte de nosotros desde los inicios de la humanidad: hace unos 60.000 años los primeros hombres, originarios de África Oriental, anduvieron errando hacia la península arábiga y desde allí se extendieron a todos los rincones del mundo, en primer lugar por las costas del Mar Rojo y del Océano Índico, luego hacia Australia e Indonesia y más tarde a climas más fríos de Europa, Asia central y eventualmente a través de una Lengua de Tierra en Bering a las Américas.

A lo largo de los siglos, los seres humanos se han desarraigado a sí mismos, han vuelto a empezar en lugares lejanos y han mostrado gran fortaleza para sobrevivir empezando repetidas veces a partir de cero. Al mirar la historia de la migración, vemos pautas que se repiten en la exploración de nuevos territorios, gente que se instala con el fin de crearse un hábitat y la transformación del comercio desde un medio para satisfacer las propias necesidades básicas a una herramienta para procurarse un beneficio.

Pero cuando estaban florecientes, las nuevas colonias necesitaron una fuerte mano de obra barata, y esto puso en marcha un flujo migratorio forzado en forma de esclavitud y de contrato laboral. A finales del siglo XIX, más de 10 millones de africanos, habían sido transportados a la fuerza a las Américas como esclavos. Entre tanto los trabajadores contratados - personas contratadas por un patrón para trabajar por un determinado número de años, después de los cuales quedan libres - llevó gente de la India a África y japoneses al Brasil y al Perú. En la historia, como en el mundo de hoy, el movimiento de los pueblos es una mezcla de desarraigo voluntario e involuntario.

La migración dentro de Europa fue lugar común a finales del siglo XIX, ya que la gente se movía libremente y sin obstáculos de un país a otro. Gran Bretaña en particular fue un destino atractivo, lejos de la pobreza, desempleo, hambre y persecución. La gestión de la migración a través de pasaportes y controles fronterizos fue introducida en Europa en la época de la Primera Guerra Mundial y se extendió gradualmente tanto en alcance como geográficamente.

Después de la II Guerra Mundial las economías de Europa, Estados Unidos y Australia tuvieron una gran necesidad de trabajadores, lo que provocó el desplazamiento de personas procedentes de Turquía y de Marruecos a países como Alemania y Holanda en los programas de trabajadores-invitados de la década de los años 60. Se registraron movimientos similares desde Inglaterra a Australia y, al avanzar la descolonización, desde África a Francia y Bélgica.

¿Podría ser que estuviéramos viviendo otra oleada del mismo estilo? A medida que la globalización echó raíces en la década de 1990 y con ello la interdependencia económica facilitada por la revolución del transporte y las telecomunicaciones, el mundo se hizo más pequeño para quienes estaban bien situados, dejando atrás a los marginados que no lo estaban. Hoy en día las profundas desigualdades dentro de los países y entre ellos son ampliamente reconocidas como una de las causas profundas de la migración. Sin embargo, al mismo tiempo, sigue existiendo un ansia real por la mano de obra barata, de donde surge la paradoja de nuestro tiempo: evitamos a los migrantes aunque de hecho los necesitamos para realizar ciertos trabajos que nosotros no podemos o no queremos hacer. Y cuando realmente son necesarios, les permitimos entrar; e incluso guardamos silencio cuando, como esclavos modernos, son vendidos y explotados en nuestras propias ciudades.

Cecile Meijer, rscj
Oficina ONG

Octubre de 2012

Nota:
Muchos de los datos se han tomado de un libro de Ian Goldin, Geoffrey Cameron y Meera Balarajan, Exceptional People: How Migration Shaped Our World and Will Define Our Future, Princeton University Press, 2011 (Personas Excepcionales: Cómo la Migración ha configurado nuestro mundo y definirá nuestro futuro).